El día 12 de abril de 2013, a las ocho y media de la mañana un grupo de 45 alumnos de 3º de E.S.O. y tres profesores iniciamos un viaje en el tiempo para recordar la historia de una zona dominada por nuestros antepasados en un entorno peculiar: el Castro de las Labradas.
El día amaneció desapacible, con frío, nublado y con posibilidad de lluvia, pero aún así nos pusimos en marcha y comenzamos a caminar por la sierra, paso a paso, metro a metro…
La primera parada de la ruta fue para observar la geología de la zona, dominada por rocas muy duras: cuarcitas y una vegetación adaptada a ella: lavanda, tomillo, matorral, encinar… En este lugar pudimos contemplar las dos vertientes de
la ladera que dan a dos ríos distintos: el Eria y el arroyo de la Almucera.
La segunda parada fue en la cima, para observar la presencia de un vértice geodésico, de cota 960 m y, de
paso, tomar el pertinente bocadillo.
La tercera parada estaba destinada a la observación del parque eólico dispuesto en lo alto de la sierra, con sus
aerogeneradores y su subestación. Por cierto, aquel día todos en movimiento, pues el viento soplaba con una velocidad adecuada. Aquí nos indicaron que con este parque eólico en funcionamiento se podría abastecer a Benavente de electricidad.
La cuarta parada, después de una caminata que duraba dos horas, fue la observación de una mina de hierro
abandonada y que se utilizó en tiempos de los astures y los romanos, y de la cual toma el nombre el cercano pueblo de Villaferrueña. El mineral es concretamente hematites, y cómo estas piedras tenían el mineral, que
se caracterizaba por su elevada densidad y color rojo.
La quinta parada, ya en el final del trayecto, fue la llegada al Castro. Cansados del recorrido pudimos observar
la enorme superficie que ocupaba dicha fortaleza y cómo podían haber vivido los astures en esa época. No en vano se trata del mayor castro en extensión y en él llegaron a vivir aproximadamente 3000 personas. Estudios recientes consideran que fue esta la auténtica localización de la mítica Lancia. Nosotros aquí realizamos además una gymkhana que hizo que el cansancio se superase por el bien de cada uno de los grupos. Nos lo pusieron difícil pero al final conseguimos descubrir todas las pruebas y acabar la actividad, bien es verdad que unos antes y otros después… pero todos contentos y agotados por haberlo logrado.
Y llegó la hora de la comida. Había que recuperar fuerzas, a pesar del frío que hacia, para la última prueba del día: la escalada en la zona conocida como Fuente de la Pipa.
Parecía algo imposible de realizar, algo inalcanzable para nosotros… Comenzó Emilio, el “profe escalador”, y nos explicó cómo debíamos hacerlo… ¡Qué fácil lo pintaba él! Ahora era el turno de los alumnos, ¿quién empieza? Bueno, lo intento yo, dijo uno, y ahora yo, dijo otro, y otro, y otro… y así, uno tras otro, casi todos los alumnos superaron sus miedos, sus temores, sus timideces… y consiguieron no sólo vencer a la montaña, sino afianzar su autoestima, su personalidad, su valor y alcanzar cotas más altas.
Y así, con ascensos y descensos, con ¡tensa! y afloja, con tira y trae, se nos pasó gran parte de la tarde y, tras una evaluación teórica de lo que habíamos visto, y con los resultados obtenidos dimos la clasificación final de los grupos en todas las pruebas, donde el ganador fue el color ROJO.
Bajamos hacia Arrabalde, donde nos esperaba el autobús, por una ladera con una pendiente muy acusada, con las inevitables caídas, tropezones y raspones.
Llegamos al pueblo a las siete de la tarde y se repartieron entre todos unas galletas energéticas y para el grupo ganador (10 alumnos) de las pruebas una cuelga con chucherías de todo tipo.
Fue un día completo donde biología, tecnología, geología, historia, escalada, deporte, amistad, compañerismo y colaboración estuvieron presentes para hacer de esta actividad aquello que íbamos buscando.
Desde aquí, resaltar el patrimonio cultural y natural que tenemos tan cerca y potenciar su conocimiento y conservación por parte de todos.
El día amaneció desapacible, con frío, nublado y con posibilidad de lluvia, pero aún así nos pusimos en marcha y comenzamos a caminar por la sierra, paso a paso, metro a metro…
La primera parada de la ruta fue para observar la geología de la zona, dominada por rocas muy duras: cuarcitas y una vegetación adaptada a ella: lavanda, tomillo, matorral, encinar… En este lugar pudimos contemplar las dos vertientes de
la ladera que dan a dos ríos distintos: el Eria y el arroyo de la Almucera.
La segunda parada fue en la cima, para observar la presencia de un vértice geodésico, de cota 960 m y, de
paso, tomar el pertinente bocadillo.
La tercera parada estaba destinada a la observación del parque eólico dispuesto en lo alto de la sierra, con sus
aerogeneradores y su subestación. Por cierto, aquel día todos en movimiento, pues el viento soplaba con una velocidad adecuada. Aquí nos indicaron que con este parque eólico en funcionamiento se podría abastecer a Benavente de electricidad.
La cuarta parada, después de una caminata que duraba dos horas, fue la observación de una mina de hierro
abandonada y que se utilizó en tiempos de los astures y los romanos, y de la cual toma el nombre el cercano pueblo de Villaferrueña. El mineral es concretamente hematites, y cómo estas piedras tenían el mineral, que
se caracterizaba por su elevada densidad y color rojo.
La quinta parada, ya en el final del trayecto, fue la llegada al Castro. Cansados del recorrido pudimos observar
la enorme superficie que ocupaba dicha fortaleza y cómo podían haber vivido los astures en esa época. No en vano se trata del mayor castro en extensión y en él llegaron a vivir aproximadamente 3000 personas. Estudios recientes consideran que fue esta la auténtica localización de la mítica Lancia. Nosotros aquí realizamos además una gymkhana que hizo que el cansancio se superase por el bien de cada uno de los grupos. Nos lo pusieron difícil pero al final conseguimos descubrir todas las pruebas y acabar la actividad, bien es verdad que unos antes y otros después… pero todos contentos y agotados por haberlo logrado.
Y llegó la hora de la comida. Había que recuperar fuerzas, a pesar del frío que hacia, para la última prueba del día: la escalada en la zona conocida como Fuente de la Pipa.
Parecía algo imposible de realizar, algo inalcanzable para nosotros… Comenzó Emilio, el “profe escalador”, y nos explicó cómo debíamos hacerlo… ¡Qué fácil lo pintaba él! Ahora era el turno de los alumnos, ¿quién empieza? Bueno, lo intento yo, dijo uno, y ahora yo, dijo otro, y otro, y otro… y así, uno tras otro, casi todos los alumnos superaron sus miedos, sus temores, sus timideces… y consiguieron no sólo vencer a la montaña, sino afianzar su autoestima, su personalidad, su valor y alcanzar cotas más altas.
Y así, con ascensos y descensos, con ¡tensa! y afloja, con tira y trae, se nos pasó gran parte de la tarde y, tras una evaluación teórica de lo que habíamos visto, y con los resultados obtenidos dimos la clasificación final de los grupos en todas las pruebas, donde el ganador fue el color ROJO.
Bajamos hacia Arrabalde, donde nos esperaba el autobús, por una ladera con una pendiente muy acusada, con las inevitables caídas, tropezones y raspones.
Llegamos al pueblo a las siete de la tarde y se repartieron entre todos unas galletas energéticas y para el grupo ganador (10 alumnos) de las pruebas una cuelga con chucherías de todo tipo.
Fue un día completo donde biología, tecnología, geología, historia, escalada, deporte, amistad, compañerismo y colaboración estuvieron presentes para hacer de esta actividad aquello que íbamos buscando.
Desde aquí, resaltar el patrimonio cultural y natural que tenemos tan cerca y potenciar su conocimiento y conservación por parte de todos.